Que facil era la inocencia, hacer todo por el simple echo de querer, sin prejuicios y sin miedos algunos. Hacerlo todo por primera vez y darlo todo y para siempre, sin saber, sin sospechar, que algun dia se vaya acabar.
Todo es nuevo y es increible, es ir creciendo y empezar a dar sin esperar recibir. Todo es tan grande y tan inmenso que solo se espera entregar y aceptar todo sin reproches.. Porque quizas no los haya. Si todo es perfecto a los ojos de un niño, es perfecto sin mas que agregar.. Todo lo de mas son comnotaciones subjetivas de quienes ya perdieron la inocencia, y hoy sienten que la felicidad es algo inalcanzable. Pero para un niño lo que lo hace ser feliz es tan sencillo, que no le hace falta buscar tanto para encontrar al amor de su vida.
La primera mirada cargada de un rubor insostenible, tan visible como el agua; sin temor y sin verguenza a que se trasluzca, porque no nos detenemos en que estamos detenidos en el aire mirando aquello... que nos hizo hervir la sangre y ruborizar.
Las primeras palabras atolondradas y desordenadas, que mueren por salir todas a la vez y terminan sin salir casi ninguna.
El primer beso que por fin se animo a animar a nuestros labios para que se encuentren y se den sin aun saber bien como hacerlo.
Las primeras caricias que van pidiendo permiso en cada barrera, que se presentan como puertas hacia esa parte del amor totalmente desconocida. Caricias llenas de ansias, de amor, de urgar en lo prohibido y de abrazar fuerte, bien fuerte el cuerpo del otro como haciendo que se junten las dos almas... Almas que aun despues de un tiempo se hacen el amor, mientras los cuerpos son infieles con ellas.